El vestido de Novia no siempre fue blanco

Los matrimonios de la Edad Media eran contratos de intercambio o transmisión de propiedades. En la ceremonia, las novias llevaban un traje de colores llamativos como el verde, rojo, azul, etc.

Esta práctica de casarse con vestidos de colores llamativos se practicaba en la alta alcurnia... 

En el cuadro del baile nupcial del duque de Joyeuse con Margarita de Lorena Vaudémont (1580), se ve a la pareja con vestiduras similares a la de los invitados.

En 1660, la infanta María Teresa de España vistió de negro el día de su unión con Luis XIV de Francia, y Catalina la Grande de Rusia se casó vestida a la usanza del siglo XVIII, de color plata.


La irrupción del blanco se produjo en la Inglaterra del siglo XIX. La princesa Carlota, prima de la reina Victoria, llevaba ese color durante sus esponsales en 1816; el traje se conserva en el Museo Victoria & Albert de Londres.

Pero fue en 1840, en la boda de la propia reina con su primo el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha, cuando la tradición cobró verdadera fuerza. En parte se debió a la creciente masificación de medios impresos y la naciente fotografía, que contribuyeron a que los retratos y la noticia del casorio de Victoria, que iba de blanco radiante, fueran conocidos por millones de personas.

Sin embargo, hubo que esperar al siglo XX para que este color nupcial se convirtiera en una moda popular y llegara a todas las clases sociales de la mayoría de países. Hoy el blanco de boda incluye tonos pastel tales como huevo, crudo y marfil. El vestido de ese color quería significar la pureza e inocencia de la infancia y, por tanto, de la virginidad, aunque actualmente haya perdido ese sentido en la gran mayoría de los casos.